martes, 25 de octubre de 2011

Humahuaca


Monumento a los héroes de la Independencia. 
Majestuoso Monumento construido luego de ser aprobado por decreto nacional, ley 11383 en el año 1933. Este decreto fue impulsado por el Dr. Ernesto Padilla (benefactor del pueblo de Humahuaca). La obra se inició en el año 1943, se terminó la primera parte en el año 1946 y fue inaugurado el 23 de agosto de 1950. La figura central representa al cacique principal, Viltipoco, poderoso referente de la tribu los Omaguacas. Su figura mide 9.65 metros. La expresión del cacique adelante significa libertad y tierra.
Sobre los laterales están representados los gauchos norteños (gauchos de Güemes) y en la parte central los Omaguacas (poderosa tribu guerrera de la Quebrada de Humahuaca).
Su escultor fue Ernesto Soto Avendaño. Toda la obra está hecha en bronce y pesa 6 toneladas.


Iglesia Catedral.
La Iglesia fue cosntruida en el año 1631. Promovió la construcción el primer párroco firme de la localidad, Don Pedro de Abreu. El altar está laminado en oro 22 kilates y está tallado en madera de cardón. Fue restaurado en 1980 por el artista Santos Lenian. Posee 12 cuadros de la escuela Cuzqueña del año 1764, pintados por Marcos Zapaca. toda la Iglesia está hecha en adobe y el ancho de sus paredes supera el metro. Tiene 2 puertas de entrada en madera de cedro. Su patrona,la Virgen de la Candelaria, fue coronada patrona del pueblo de Humahuaca el 2 de febrero de 1640.


Estando Belgrano en Jujuy, como General en Jefe del Ejército del Norte, en julio de 1812, se produjo una gran avanzada realista, que amenazaba destruir totalmente los poco que se había ganado a fuerza de sacrificio y coraje.
Fue necesario recurrir no sólo al patriotismo, sino a la abnegación de los criollos. La orden de Belgrano fue terminante: no debería quedar nada que fuese de provecho para el adversario, ni casa ni objetos que fueran de utilidad, ni alimentos.
Lo que no podía ser transportado a lomo de mula, de caballo o de burro, debió ser quemado. Pensemos en el sacrificio de ese pueblo sufrido y resignado, que se trasladaba con lo poco que podía salvar, sin saber exactamente cual iba a ser su suerte.
Más que un éxodo, aquello era la imagen del renunciamiento incondicionalmente realizado. El frío y la ventisca invernales acompañaron a la caravana. El éxodo jujeño tuvo lugar el 23 de agosto de 1812. 


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