miércoles, 2 de noviembre de 2011

MAAM: Museo de Arqueología de Alta Montaña

El Museo de Arqueología de Alta Montaña nace de la voluntad del Gobierno de la Provincia de Salta por resguardar, estudiar y difundir el hallazgo de los “Niños del Llullaillaco”, sin duda uno de los descubrimientos arqueológicos más importantes de los últimos años.
Encuentran en el volcán de Llullaillaco estos tres niños sagrados, que a uno se lo denominó El Niño, a otra La Niña del Rayo y La Doncella, que es la que está expuesta actualmente. Las doncellas eran elegidas dentro de lo que era la mayor casta o alta sociedad del Imperio incaico y los demás niños podían ser elegidos de las distintas parcialidades anexadas a ese Imperio incaico. El volcán Llullaillaco se encuentra a 6739 metros de altura sobre el nivel del mar. El nombre Llullaillaco significa "llullai" es mentiroso, falso, y "llaco" agua, porque estos rituales se hacían cerca de la siembra y luego se los llevaba hacia la iluminación a los distintos altares de altura. A estos chicos se los elegía y se los llevaba caminando hasta el lugar del sacrificio. Quedaban dormidos nada más, y morían por hipotermia. En una altura sobre el nivel del mar, el cansancio y el frío que hace ahí, aproximadamente -18º o -19º, al dormirse el cuerpo tiende a perder pulsaciones, los latidos son menos y mueren. El Niño tenía 7 años, la Niña del Rayo 6 y medio y la Doncella, 15. Se preservaron por el frío. Eran criadas especialmente en castas para ser ofrecidas al sol, eran las vírgenes del sol.
En el 1000 d.C. se establecen los pueblos diaguitas. Los pueblos diaguitas o los pueblos originarios del noroeste argentino son los que van a pasar, después del 1400 d.C., a pertenecer al Collasuyo, que era una de las cuatro regiones del Tawantinsuyu perteneciente al gran Imperio incaico. Hacia la zona de Salta, llegan los Incas, hacia 1445 aproximadamente, y con su llegada, anexados a los otros pueblos originarios, les introducen gran parte de su cultura y sus rituales. El ritual en el cual se ofrecen estos niños se llama Capacocha. Este ritual se hacía relacionado con la naturaleza, fertilidad y fecundidad. Era una obligación real de todos los pueblos adheridos al gran Imperio incaico. Entre abril y julio se hacían las fiestas de ofrendas. Llegaban de todas partes de las cuatro regiones de Tawantinsuyu los niños elegidos de castas superiores de los distintos pueblos. Cuando se realizaba este ritual se hacían ofrendas de bebidas, comidas, se sacrificaban llamas, animales y se bendecían a estos niños elegidos. Volvían los niños a sus hogares con sus familias, bendecidos por los dioses. Luego cierto día los convocaban nuevamente al Cuzco, que era la capital del Imperio incaico, y los llevaban hacia determinados lugares sagrados. Para los padres era un orgullo y una bendición que sus hijos sean elegidos para ser sacrificados. Los criterios de selección eran: la belleza física, las características étnicas, la perfección, es decir, no tenían que tener enfermedades y por supuesto pertenecer a las castas superiores. La Doncella era netamente inca, no de los pueblos anexados. Cuando los niños regresaban al Cuzco, salían las caravanas de los familiares y los jefes incas. Los niños eran muy bien tratados, vestidos con las mejores vestimentas, llevaban la mejor comida en su cuerpo y sus pertenencias más preciadas. La Niña del Rayo, al tener tantas pertenencias de oro, plata y metal, estaba más expuesta a la superficie, atrajo un rayo y le quemó su rostro.   

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